jueves, 4 de abril de 2013

EL ELEFANTE SUMISO


EL ELEFANTE SUMISO

Cuando yo era chico me encantaban los circos. Lo que más me gustaba eran los animales, y mi preferido era el elefante. Durante la función, la enrome bestia impresionaba a todos por su peso, su tamaño y su descomunal fuerza. Pero, después de la actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, uno podía encontrar al elefante detrás de la carpa principal, con una pata encadenada a una pequeña estaca clavada en el suelo. La estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado superficialmente. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo, podría arrancar la estaca y huir. El misterio era evidente: ¿por qué el elefante no huía, si podría arrancar la estaca con el mismo esfuerzo que yo necesitaría para romper un fósforo? ¿Qué fuerza misteriosa lo mantenía atado?

Tenía 7 u 8 años, y todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a mis padres, maestros y tíos, buscando respuesta a ese misterio. No obtuve una coherente. Alguien me explicó que el elefante no escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: "Y si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna explicación satisfactoria.

Con el tiempo olvidé el misterio del elefante y de la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con personas que me daban respuestas incoherentes, por salir del paso, y un par de veces, con personas que se habían hecho la misma pregunta. Hasta que hace unos días me encontré con una persona, lo suficientemente sabia, que me dio una respuesta que al fin me satisfizo: el elefante no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño.

Cerré los ojos y me imaginé al elefantito, con solo unos días de nacido, sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento empujó, jaló y sacudió tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo hacerlo: la estaca era muy fuerte para él. Podría jurar que el primer día se durmió agotado por el esfuerzo infructuoso, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al de más allá... Hasta que un día, un terrible día, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Dejó de luchar para liberarse.

Este elefante enorme y poderoso no escapa porque cree que no puede hacerlo, Tiene grabado en la mente el recuerdo de sus inútiles esfuerzos de entonces, y ha dejado de luchar. Nunca más trató de poner a prueba su fuerza.

Cada uno de nosotros es un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad Creemos que no podemos con un montón de cosas, simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestra mente esas palabras: no puedo, nunca podré. La única manera de saber cuáles son nuestras limitaciones ahora es intentar de nuevo, poniendo en ello todo el corazón. 

REFLEXIONES

LA LIEBRE Y LA TORTUGA

Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida. Para dirimir el argumento, decidieron correr una carrera. Eligieron una ruta y comenzaron la competencia. La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Luego, al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un árbol para descansar un rato, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha. Pero pronto se durmió. La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó, la superó y terminó primera, declarándose vencedora indiscutible.
Moraleja: Los lentos y estables ganan la carrera.

Pero la historia no termina aquí: la liebre, decepcionada tras haber perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció sus errores. Descubrió que había perdido la carrera por ser presumida y descuidada. Si no hubiera dado tantas cosas por supuestas, nunca la hubiesen vencido.
Entonces, desafió a la tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió de principio a fin y su triunfo fue evidente.
Moraleja: Los rápidos y tenaces vencen por lejos a los lentos y estables.

Pero la historia tampoco termina aquí: Tras ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad. Como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería. Por eso, desafió nuevamente a la liebre, pero propuso correr sobre una ruta ligeramente diferente. La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. Mientras la liebre, que no sabía nadar, se preguntaba "¿qué hago ahora?", la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso y terminó en primer lugar.
Moraleja: Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el entorno para  aprovecharla, llegan primeros.

Pero la historia tampoco termina aquí: el tiempo pasó, y tanto compartieron la liebre y la tortuga, que terminaron haciéndose buenas amigas. Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo. En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río con la liebre sobre su caparazón y, sobre la orilla de enfrente, la liebre cargó nuevamente a la tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea de llegada en un tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que aquella que habían experimentado en sus logros individuales.
Moraleja: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades personales. Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar recíprocamente las habilidades de cada uno, no seremos completamente efectivos. Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otras personas pueden enfrentar mejor.

La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital: cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra una situación, complementamos capacidades, compensamos defectos, potenciamos nuestros recursos... y obtenemos mejores resultados!.

Perú tiene grandes enemigos que enfrentar: la pobreza, el desempleo, la depredación de sus recursos naturales, la baja calidad de la educación, la escasez de energía, la falta de agua y luz en gran parte de su población, la falta de vías de comunicación que faciliten el intercambio cultural y comercial, un sistema de salud de calidad que no llega a toda su población, la carencia de proyectos de desarrollo científico y tecnológico...
Por otro lado, Perú tiene grandes fortalezas y potencialidades: su gente, que con imaginación, creatividad, persistencia y fe ha sido capaz de generar vida, cultura y desarrollo en las más difíciles circunstancias y contra toda adversidad; sus recursos naturales, que constituyen un patrimonio rico de incalculable valor y que bien aprovechados pueden ser fuente de riqueza y desarrollo en beneficio de toda la población.
Si los peruanos y peruanas de todas las tendencias ideológicas, políticas y religiosas unimos nuestras fuerzas como la tortuga y la liebre del relato anterior, podemos alcanzar la meta de un Nuevo Perú más desarrollado, justo, solidario y sin pobreza de manera más rápida y eficaz. Que nuestros sueños sean tan grandes como lo demanda nuestro tiempo.


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